Carlos Battilana - Luz de invierno
¿Cuál es el contexto primario, ese espacio orgánico indispensable para que un poema logre respirar? Sabemos que la poesía sucede en cualquier parte y ante los ojos de cualquiera, lo sepa la persona afectada o no: una canción que suena a lo lejos, un cielo despejado o la proximidad de una tormenta, incluso un poema en un poemario o, mejor aún, la lectura de ese poema en labios del amado/a/e. La poesía irrumpe como un rayo en medio de la noche -y siempre viene del cielo. Pero el poema, ese artefacto discreto, simple y complejo a la vez, ese avioncito de papel ¿cómo es posible?
Carlos Battilana es un filatelista o un jardinero, un trabajador del silencio. Sus versos, cortados como su respiración cortada, son pausados, breves, el goteo de una canilla que no cierra, charquito del que beben los pájaros y el pasto se alimenta. La obra de su vida es eso, su jardín, un jardín del conurbano como un paréntesis o una canción, Una casa con diez pinos, en el sur hay un lugar.
Es doble la tarea del poeta. Por una parte, conectarse ingenua y genuinamente con la poesía, que ocurre cada noche, cada día. Por otra parte, generar su espacio, las condiciones en la que es posible la lectura de sus poemas, entregado al absurdo que significa escribirlos y la ficción de una antología, de un poemario, de una obra y de una vida. En este oficio inverosímil, Battilana custodia su jardín. Lo riega, lo siembra y lo cosecha, para entregarnos sus frutos, ásperos por fuera y tiernos por dentro, poemas plenos del jugo oscuro de la melancolía y la soledad.
Filatelia
mi padre
colecciona estampillas
es una tarea
menor
que requiere
de atención
y de goce
de joven
ha trabajado en el Correo
y su amor
por las formas y los colores
posiblemente
se remonte a ese origen
los sábados
por la mañana
de 1970
setenta y uno
acumula
4 álbumes
y ordena
las nuevas
y viejas estampillas
de argentina, usa,
brasil y canadá
las mueve
de lugar
las desplaza
minuciosamente
usando
una pequeña pinza
de depilar
yo
observo la tarea
a la distancia
y admiro
esa labor
artesanal
la precisión
que requiere
el cuidado
de una tarea ociosa
Parrilla
Sobre el fin de la calle
rumbo al cuartel
hay un asador:
es verano
pero corre una pequeña
brisa.
Mi padre
mi madre
nuestros hermanos
disfrutan de la cena
familiar
al aire libre.
No hay nada que temer
estamos abrazados por el campo
el mundo acontece en ese punto
minúsculo del universo. Tengo
seis años. Conozco
todo
lo que me circunda.
Somos libres
en el lugar.
Mi padre es feliz;
se rodea de sus hijos
de su mujer
tiene información suficiente
para proveernos
durante algunos años:
axiomas, libros, narraciones
de adolescencia.
Ahora que
su muerte es fresca
y reciente, recreo el instante
en que mi padre
distribuye la carne,
las achuras, las ensaladas
en derredor.
Mi madre lo roza con los ojos
y deliberadamente
lo deja hacer
deja que su fuerza crezca
allí, en ese punto
minúsculo del universo.
Lecciones de botánica
Pequeñas hojas amarillas
caen
en los bordes del lago.
Pronto
el viento fuerte
del otoño
desmantelará
la inmensa gramilla
verde. La brisa
ahora
parece insignificante
pero es llamativa
su voluntad.
Nocturno
Liviano ante las ruinas de este jardín,
el aire
que atravesó ciudades y ríos
roza la superficie ¿Qué
fatiga, qué bellísima fatiga
nos disuelve?
En esta tarde de junio
de un cielo plomizo
dejo atrás lo que viví,
y el escaso margen que queda,
el frío
es
–sabemos–
una llama blanca
que encenderá una letra, una voz y
una caligrafía
con que se pueda escribir
eso que cada uno,
a su modo,
conoce:
que las horas y los días,
que las lluvias torrenciales
son apenas
hechos pasajeros
que más allá
de sus destrozos,
los temporales pueden dotar de fuerza
a los seres
inmersos
en su estruendo
y que el olvido,
que todo lo arrasa
y todo lo ve,
no tiene fin
que, a pesar de todo,
las tempestades
pueden volverse benignas
como animales nocturnos
disolviéndose.
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