Belleza del rincón inesperado - Dossier Edgardo Zotto

 Foto extraída de http://laseleccionesafectivas.blogspot.com/2006/11/edgardo-zotto.html, en donde pueden leer más poemas de Edgardo Zotto.

 

El perro cachorro

persigue al sapito

que se esconde en la luz

del pasto recién cortado

 

No es un poeta japonés. Es la voz bajita y enorme de Edgardo Zotto, el poeta rosarino que publicó Memoria de Funes, su primer libro, a los 51 años. Después hubo seis más, incluido Diario del regreso, el libro póstumo de 2015 que recopila los poemas que Zotto escribía y leía a Sonia Scarabelli cuando ella lo visitaba en el hospital. Cuenta Scarabelli que por esos tiempos, Zotto apuntó en una hoja de libreta:

 

“Tarea del día

Leer, escribir, idear, pensar en lo que hace falta.

1) Buscar lo que se va a leer.

2) Imaginar lo que se va a escribir.

Esas cosas, no mucho más.

3) Ponerse a trabajar.”

 

Me gustaría decirle a Edgardo, donde sea que esté, que “esas cosas”, leer y escribir, implican una fuerza de voluntad y que en su caso, además de fuerza, hubo una belleza radiante, sutil y epigramática. En el cuadernillo con la selección de poemas que ahora ampliamos y que antes leímos en ronda (estábamos en mi casa con Natalia Romero, Patricio Foglia, Mariana Suozzo, Tom Maver, Martín Vázquez Grillé y Juan Cristóbal Miranda) quedó escrito:

-economía tremenda

-importancia de los títulos

-uso “extrañado” de la anécdota

-tono menor, sin estridencias

-igual que en el arte, poemas como dípticos, como trípticos

-variaciones de una misma imagen: poemas que dialogan entre sí

-vivir: hacerse preguntas innecesarias / escribir: infinitas variaciones de esas preguntas

-epígrafes: Klee, Kandinsky, Mandelstam, Bonnefoy, Mansfield, Vallejos, Mastronardi, Stendhal, Raschella, Cernuda, Dickinson

-preguntas obsesivas alrededor de la memoria: ¿por qué se recuerdan algunas cosas y se olvidan otras?

 

Zotto no es un poeta japonés pero su escritura tiene mucho de ese haiku de Chora que decía:

 

Contemplando la luna

uno la mira y se esconde

uno la olvida y aparece.

 

En varios poemas Zotto vuelve a un motivo: el poeta quiere dormir y en lugar de llegar el sueño, aparece la punta de un verso. Ahí donde se distiende la búsqueda del poema, es que aparece. ¿Qué le traían los rumores en la noche, qué imágenes? Hay caballos, charcos de lluvia, flores y pájaros preciosos, un limonero, un jazmín. Están la madre, el padre y los hermanos, la compañera y las hijas. Y muchos amigos. Concepción amplia de la amistad. Igual que en “Tristeza”, ese cuento de Chéjov del hombre que acaricia al caballo y le habla y se siente mejor. Que nos siga hablando ese “optimismo de fondo” que Carlos Battilana encuentra en los poemas de Zotto. Que nos den el amparo que el mismo Edgardo encontraba tendido con sus amigos en el pastito de la infancia de la calle Ayolas.

 

Verónica Yattah

 

Selección de poemas de Edgardo Zotto

(por Verónica Yattah y Patricio Foglia)

 

 

De Diario del regreso (Iván Rosado, 2015)

 

Imagen de una mujer al lado de la cama

 

Nada de lo que fue, hizo, será o ha de hacer

hubiera sido ni será posible

sin ella como esa noche,

una vez más, de pie, a su lado.

 

 

Estado

 

Vivo en estado de escritura.

¿Será el efecto de las cirugías,

de las drogas legales que se fueron

acumulando o del paciente

trabajo de la escritora que me ayuda,

en estas tardes,

a curar lo que estoy viviendo,

lo que escribo?

 

 

Nunca tuve un cuarto propio

 

Nunca tuve un cuarto propio.

No porque no lo necesitara:

escribía en los bares, en la cama,

en la mesa de la cocina.

Tuve un escritorio en Funes,

frente a los jazmines azulados,

otro, frente al río,

en la ventana del este,

desde donde se puede ver

el fuego de las islas.

Pero no los usé,

escribo mejor en la inestabilidad,

en lugares incómodos,

en la belleza del rincón inesperado.

 

 

Devociones

 

Devoción por el yuyo que se abre paso

entre los adoquines más duros.

 

Devoción por los perros de la calle

que insisten en agruparse

y seguir su destino.

 

Devoción por las aves

que vuelan hacia las islas

porque no encuentran

su lugar en la ciudad.

 

Devoción por el aire

que entra por las hendijas

en los sueños que no se duermen.

 

Devoción por seguir

el camino que tomamos entre los posibles

y su intento de confundirnos.

 

Devoción por lo áspero

que igual se desvanece.

 

Devoción por las hormigas

que insisten en buscar

su ciudad secreta

debajo del rosal blanco.

 

Devoción por la alterna lluvia

que otra vez nos encierra

para y irse y volver sin avisar.

 

Devoción por la plaza de la infancia

a la que volvimos por el fuego.

 

Devoción por las margaritas

que vuelven al pie del alambrado.

 

 

Dibujos

 

Como Dios puede pasar el dedo

por las constelaciones y reírse,

deberíamos intentar reírnos

cada vez que aparecen

esos raros dibujos sin nombre.

 

 

De Mayo del 68 (Iván Rosado, 2015)

 

Octubre de 1947

 

Llegamos a la calle Ayolas

poco tiempo después de mi nacimiento.

La casa era nueva, blanca,

con rectángulos de mármol en el frente.

Los mellizos, que tendrían siete años

y que eligieron mi nombre,

fueron corriendo hasta el fondo

Donde mi madre

pronto plantaría rosas y un jazmín.

después vendrían el limonero,

el naranjo y el mandarino.

Ese fue el comienzo,

y de ahí partimos.

 

 

Ayolas 2071

 

No sé si en ese lugar

fuimos felices.

 

Nadie se hacía ese tipo de preguntas.

 

Sí puedo decir

que la ronda cambiante

de los amigos de la infancia

tendidos en el pasto del campito

mirando el cielo del anochecer

amortiguaba los golpes más duros

como una luz poderosa

que nos daba amparo.

 

 

El tiempo de la ponedora

 

La gallina bataraza batía las alas

y nos miraba fijo detrás del alambre

que una vez fue como de plata.

 

 

Cinto

 

¿Qué le habré dicho a mi padre esa mañana?

Me corrió furioso

con el cinto ancho de cuero enarbolado.

No era habitual, pero sin duda,

estaba dispuesto a pegarme.

Corrí lo más rápido que pude

hasta el fondo de la casa

y me trepé a la pared,

para saltar al baldío donde ya

no estaba el caballo negro.

Había sido atado al carro del lechero

para salir a trabajar.

 

 

Preguntas

 

No sé qué pensaba mi padre sobre ese tema.

Nunca le pregunté

Y si lo conversamos alguna vez

no ha quedado nada en el recuerdo.

No sé qué pensaba de ese tema y de tantos otros.

Se hacían preguntas,

y la sagrada conversación con los demás

fue un invento de épocas posteriores.

 

 

Otro mayo

 

Un año después,

en mayo del 69,

corríamos con piedras en las manos

por la calle principal

contra los caballos policiales

y sus cargas enceguecidas

que bajaron de un tiro

a uno de los nuestros.

Pero igual seguimos adelante.

esa chispa fue capaz de incendiar

campos, bosques, ciudades,

adormecidos hasta entonces

por el miedo o la indiferencia.

 

 

Chispas

 

Me había olvidado de las chispas. Sin embargo,

gracias a una mujer nacida en Tacuarembó,

reaparecen en la oscuridad de las zanjas secas,

donde asábamos las papas y los camotes

esas noches después de que cerraba

el Club Plaza Saavedra.

 

 

El jazminero

 

La planta de jazmín

siempre estuvo en la casa. 

Cuando la visitamos por última vez

no sabíamos que aquella primavera

el primer jazmín de la planta enferma

sería el único.

Desconocíamos que pronto iba a morir

sin volver a iluminar el patio

de la casa de mi madre.

Ya no está.

 

 

Souvenir S

 

Flores que se abren

en el jardín abandonado

de una casa cerrada,

y su perfume se pierde

en la soledad del aire.

 

 

  

De Lo que sé del fuego (Mansalva, 2013)

 

Pájaros en un charco de lluvia

 

¿Cómo se puede

escribir otra vez

sobre la lluvia,

el alma de los charcos

y el desplazamiento

sigiloso de unas alas?

 

Infinitas variaciones

sobre unas gotas,

un cuenco en la tierra

de agua oscura y la enigmática

vida de los pájaros.

 

No sabemos cómo será ese día

cuando ya no quede

la pregunta innecesaria.

 

 

Sin planes

 

Dejemos que

el vuelo de las aves

vuelva a decidir

nuestro lugar

bajo el túmulo

voluptuoso

de las estrellas.

 

 

Logopeia

 

Nuestra vida en un constante

cambio de planes.

 

Aunque no se cumplan.

 

Pero nos gustan los planes,

los cambios y la música

de esas palabras

que se atraen, se rechazan,

se encuentran y danzan.

 

 

Apuesta

 

En el bosquecito

se junta leña

como para

diez otoños.

 

Se apuesta

a la eternidad

del fuego

y del otoño.

 

 

 

De Buceo (Mansalva, 2010)

 

A la mañana Séneca

 

Sopa aguada y silencio espeso.

 

Para meditaciones

haría falta

 

algún aprendizaje.

 

Pero si hay paciencia

la piedra de lo que calla

algún jugo soltará.

 

 

S/T

 

Encontrar

adentro

del silencio

lo que no estaba

en ninguna parte.

 

 

Náufragos

 

Como aquel joven

salvado por un perro

que alguien llamó Futuro

 

un perrito lanudo

abrazado por el chico triste

 

los dos al borde

no de una isla del trópico

 

con los pies en el agua espumosa

no del mar índigo

el chico y su cuzquito

con las patas en el agua oscura

que cubre los vestigios

de otra repetida inundación.

 

  

Buceo

 

Bucear en lo perdido

y hallar el rastro

la estela de lo nuevo.

 

 

 

De Restos de una civilización personal (Tsé Tsé, 2001)

 

En fila

 

Siguiendo la línea de semillas

cuneiformes, resecas por el sol,

se alcanza el incierto centro de la isla.

 

En el borde, hacen guardia

los girasoles de cabeza caída,

oscuros, entre el cielo añil

y los senderos de ceniza.

 

 

En el pantano

 

Ahí estaba otra vez,

sitiado,

 

entre recuerdos y deseos.

 

Inmóvil en la espera

de algo que por fin

sucedería de nuevo.

 

En el pantano

de las incertidumbres,

eje deforme de toda creencia.

 

 

Lo mínimo

 

II

 

En el estanque dormido

una, dos, tres ranas

recién nacidas

 

Entre el agua y el brillo

del pasto que ondula

la calma definitiva

o la voluptuosa iluminación

 

Diminutas formas luchando

por salir, por renunciar

al límite.

 

 

 

De Memoria de Funes (Tsé Tsé, 1998)

 

Vox

 

a Antonio Zotto

 

Nunca oí la voz

de mi padre

a través del teléfono.

 

En la noche,

aboliendo la muerte, sueño

que en un sueño

él me llama

por primera vez.

 

 

Saltos

 

El perro salta contra el árbol,

ladra con furiosas embestidas

a la comadreja que nadie ve.

 

Como nosotros,

a los saltos, gritando

hacia la nada.

 

 

En Salta

 

Vino y agua

y esos triángulos

que guardan

diminutos dados.

 

Una simetría sabrosa

bajo la luz de oro

de las fornituras.

 

Zumbido de una mosca

en el almuerzo duradero.

 

 

Cómo se puede recordar

 

Se pregunta, ahora

cómo se puede recordar una llovizna

de hace veinte años

 

o el brillo de unos ojos

hablándole a través de una cortina

de gotas.

 

Eso se pregunta, mientras

en la avenida callada, la fila

de palos borrachos, marca la escasez

de un agua que no alcanza

para borrar el círculo

de las flores caídas.

 

Sombra

 

Bajo la sombra del sauce

escribo contra lo que pierdo.

 

Un río silencioso

desemboca

en la sedosa ciénaga

del día.