La duración del día - Adelia Prado

Todo bien acá

 

Me escondo en el sótano

para aprovechar mejor el día

y su cortejo de cigarras.

Entré aquí para rezar,

agradecerle a Dios este enorme consuelo.

Mi cuerpo viejo se abandona al descanso,

tengo sueño y puedo dormir,

he bebido y comido sin pagar.

Afuera el día es caluroso,

el agua en la jarra está fresca,

doy fe de que puedo sugestionar electrones.

Yo solamente quiero saber del microcosmos,

o de tanta realidad que no sé.

En la partícula visible de polvo

en onda invisible danza la luz.

Con el olor a café mis narinas vibran,

alguien va a llamarme.

Responderé amorosa,

renovada por el buen sueño.

Excepto que alguien me ama,

yo no sé nada de mí.

 

 

 

Tentación de Mayo

 

Mayo se extingue

y con tanta luz

y de tal forma se extingue

que un pecado oculto me insinua:

no mires porque mayo no es tuyo.

Nadie se libra de mayo

Encantados todos giran la cabeza:

De que era que hablábamos?

De tu luz eterna, oh mayo,

rosa que se cierra sin marchitarse.

 

 

 

Pensamientos en la ventana

 

Lo que durante la noche fue prisa y murmuración

la boca de la noche se lo llevó.

Las estrellas en la oscuridad son íconos potentes.

Como oráculos bíblicos,

las paradojas de la física me consuelan.

Soy un cuerpo y respiro.

Sospecho que podré vivir

con medio plato y agua.

 

 

 

Fuese el cielo siempre así

 

Como en un inesperado aposento

en una casa que se conoce,

una ventana se abre frente a escombros y arena

poca vegetación resiste en las piedras

-- esmeraldas para la flor de la tierra.

Nada exubera. Es Minas,

un hombre con su caballo

se refresca en el arroyo.

 

 

 

Aquí, tan lejos

 

En este barrio pobre todos tienen un peso

para comprar las frutas

camino a San Pablo.

Los hombres no le pagan a las mujeres.

Todas de la vida, dan de comer y comen

cosas, por sí mismas, agradecidas.

Sólo mueren los muy viejitos

pidiendo poder descansar.

Papás y mamás se van a la cama

para tener hijitos,

perras y perros en la ruta

tienen sus cachorritos.

Al crepúsculo me visita

este recuerdo dorado

mentira medio vivida

verdad medio inventada.

Cae el sol de la tarde,

al olor de la leña quemada

todos van para la fogata

a bailar en torno a las llamas

para un dios todavía sin nombre

un miedo los protege

un ritmo los ordena

jarro, vaso, cadera

cama, cubierta, deseo

que mañana sea otro día

igual a este día, igual

igual a este día, igual.

 

 

 

La escritora en la cocina

 

Solo Dios puede darle nombre a la obra completa

-- de nuestra vida, quiero decir -- pero sugiero

“Al mediodía un rosal”,

implica sol, calor, deseo de matrimonio,

una madre preocupada con la fiesta,

un padre orgulloso de entregar a su hija

a ese chico tan peinadito.

El nombre es tan importante

como la forma indicada de presentarme a una entrevista.

Mejor de barba afeitada y los ojos abiertos,

mejor aún que tener

por dentro el alma afeitada y los ojos

muertos de sueño.

Soñé con un horno desperdiciando calor,

y yo queriendo aprovecharlo para tostar maní

y un pan francés a las brasas.

Estallaría si me obligasen a caminar por ahí.

Nadie me tortura, antes me desmayo.

La belleza pasa, las palabras

cansan porque no alcanzan,

y preciso de muchas para decir solo una cosa.

Tan grande es mi orgullo, más parecido

al de un ser divino en formación.

Los neurólogos no explican nada.

Los psicólogos, solo aciertan si me dicen:

Apurate a sufrir -- consejo para distraídos --

los cristianos ya saben al nacer

que este es un valle de lágrimas.

 

 

 

El oráculo

 

La luz arcaica

la que antes de todo

en el corazón de la noche preexistía,

es la inminente aurora

que en la cima del mundo

el gallo anuncia.

Dan miedo

sus ojos amarillos alarmados.

Mirando fijo a ningún lugar,

bruto como un profeta

el gallo anuncia.

 

Adélia Luzia Prado Freitas (Divinópolis, 13 de diciembre de 1935).

 

Los poemas publicados pertenecen todos a La duración del día (2010). Versiones de Osvaldo Bossi y Patricio Foglia.