Villa Trankila - Javier Roldán
Si hay algo que me gusta de Javier Roldán es la carcajada franca, abierta, ruidosa, que tiene y contagia. No podés evitar reírte junto a él, con él. Cuando me pidió que le escriba el prólogo para este libro, la sorpresa del pedido dio paso a un momento de silencio y pensé que enseguida llegaría su carcajada. Pero no, no llegó, lo que llegó fue una sonrisa amplia, y acepté, con mezcla de agradecimiento y muchas dudas: ¿qué podría decir de un libro tan alucinante como este?
Así que aquí me encuentro, pasando el invierno, y mientras leo a Roldán. Paso este invierno, tan mezclado con primavera y verano, que leer a Javier se transforma en un viaje entre estaciones. Sí, Villa Trankila es eso, un viaje.
Desde el primer poema Roldán saca la SUBE y nos invita a viajar con él. Nos da la Bienvenida con un poema que, para mí, une las cepas Ginsberg y Whitman, y da un vino poético del mejor. Desde ese primer poema el viaje es de ida, trazando el mapa de un conurbano personal.
Recuerdo el prólogo que escribió William Carlos Williams para el libro Aullido y otros poemas de Allen Ginsberg. En él, lo que WCW subraya es la capacidad de Ginsberg de haber podido encontrar a un compañero a quien amar, a pesar de todas las terribles cosas vividas; ya no importaba tanto si el poeta había sobrevivido, sino el poder amar.
Escribe WCW: «Este poeta ve con toda lucidez los horrores, en los que participa en los detalles más íntimos de su poema. No evita nada, y lo experimenta todo hasta la saciedad. Lo contiene. Lo reclama como suyo y (...) tiene el tiempo y la audacia de amar a un compañero de su elección y de dejar constancia de este amor en un buen poema.»
Y es así: Villa Trankila es un libro que habla de su amor, de su amado.
Roldán dice:
«en este poema aparecen
tres ferrocarriles
como el que me despertó
la otra noche,
la primera noche que dormí
en la Villa Trankila en la cama
de mi paraguayo
ojehayhúva,
y la locomotora me dijo
al pasar junto al ranchito
con su voz de dragón
sonora profunda:
"No importa dónde te lleve el camino,
Javier, lo importante es quién te acompaña"».
Y en los versos de otro poema dice:
«buenos aires tiene cuatrocientas ochenta navidades encima
y se le notan
en cambio Villa la Tranka
tiene en una de sus orillas
al Paraguayo más lindo
corazón guaraní
que ama mostrarme vídeos en su celular
con perros realizando las mil payasadas
y me los muestra como si fueran
una gran revelación
y la revelación
es su mirada
que guarda camalotes de inocencia»
El viaje al que nos invita tiene cuatro paradas que se anuncian como encuentros casuales entre Alfredo (el amado), Roldán y cuatro poetas con los cuales dialoga, re-crea linaje y homenajea. Ellos son: César González, Osvaldo Bossi, Patricio Foglia y Diego Vdovichenko.
La parada donde se cruzan con González es la primera, en la que vive el amado con su familia. Es el presente en Villa Trankila, y es también el pasado de cuando apenas llega la madre a trabajar en la ciudad y piensa cómo después podrá traer a su cría. El poeta habla de la madre como una perra con sus cachorros. Esa figuración es muy poderosa:
(...) «le sirvió guardar ese olor a ella
cuero adentro
mientras limpiaba lavaba fregaba cocinaba
le sirvió guardar ese olor
como guardaría en un sobrecito
el peso a peso argentino
mientras soñaba como perra
seguir el rastro de sus po jagua.
Y pasado un tiempo
en que cada año fueron siete años
seguramente
le sirvió guardar ese olor
para rastrearlos
hasta encontrarlos
en las distintas casas
de tías vecinas amigas perras
paraguayas
en esas casas que eran la diáspora
de su corazón de perra partida.
(...)
La veo la imagino
que comienza a olerlos
lamerlos morderlos
syi asy
acá
en su ranchito villero
sintiendo que se atenúa un poco
solo un poco
el aullido que nunca cesará.»
La segunda parada la frecuentan Osvaldo Bossi y sus chicos malos. Algunos de los poemas, en versiones tempranas, fueron publicados en 2016, en la plaqueta Bendito soy por Paisanita Editora. Los puedo ver a Roldán y Bossi, vinito de por medio, intercambiando historias de amor, y lo veo a Roldán dialogando con una tradición de poetas que cantaron al amor puto de diferentes maneras, pienso en el ya mencionado Ginsberg, en Pasolini, pienso Cernuda, no digo que eso se lea por transparencia en los poemas de Roldán, pero sí me gusta pensar este libro en esa tradición. A diferencia de los poemas de Bossi, aquí el poeta muestra un cuerpo que salta de un cuerpo a otro. Donde las experiencias que permite la tecnología como Tinder se vuelven reflexión sobre lo pasajero de los encuentros, y de la transformación del deseo.
«¿Ves cómo tratan aquellos muchachos
a sus celulares?
¿Ves las sonrisas cómplices
las miradas tiernas que les dedican?
¿Y cómo suavemente deslizan
sus dedos por las pantallas?
bueno
lo único que pido hoy
es que esos muchachos
me deseen así
me dediquen las mismas dulces sonrisas
y sobre la pantalla
táctil de mi piel
encuentren la perfecta
aplicación para el amor.»
En la tercera parada el encuentro es con el poeta de Lugano, Patricio Foglia. Varios de estos poemas se pudieron conocer cuando se publicó la plaqueta Las profecías perderán su razón de ser» editada por Subpoesía, también en 2016.
Aquí la voz de los poemas se vuelve sobre su historia personal, indaga sobre lo familiar que parece estar en constante fuga: madre, padre, abuelo, retazos de viejos vecindarios. Son poemas que van de frente. Que hacen fulgurar a esos personajes. Por momentos me hicieron pensar a algunas películas del neorrealismo italiano, y en otros momentos a capítulos de un sitcom mezcla de drama y comedia.
«es la mamá que me dijo
que no le importaba lo que yo fuera
cuando a los quince años le confesé llorando
“estoy enamorado de un pibe
creo que soy homosexual”
y me dijo que lo único que deseaba era
un hijo buena persona
y que eso ya sucedía
es la que hacía gimnasia jazz
escuchando true blue de madonna
con una malla enteriza negra y polainas
y unos rulos hermosos
de una permanente que era mi orgullo
es la mamá a la escuché mil veces
contar todo lo que sentía
y pensaba sobre sus hombres
y es la que me preguntaba cuál
me parecía a mí
que más le convenía»
En la cuarta parada el encuentro es con el poeta Diego Vdovichenko. Aquí son cuatro los poemas finales, y parecen reenviar a cada una de las paradas anteriores.
Comienza con un poema que lleva por título el primer verso:
«soy profesor de lengua
y literatura
en colegios del conurbano
no tengo automóvil
y por eso mi vida se desplaza
de colectivo a tren de tren a colectivo
de espera en espera
y hay días más diáfanos que otros
en que una clara lucidez
me permite ver...»
Roldán vió y nos reveló lo visto. Nos invitó a recorrer la villa y su diario deambular por la ciudad de la furia.
Si bien el poeta confiesa más adelante: «trabajo/ de profesor de lengua/ y literatura en colegios del conurbano/ y a veces me siento/ traicionado por mis palabras», en Villa Trankila esas palabras que parecen traicionarlo crearon poemas de una intensidad, frescura, y desapego de las reglas de cualquier escuela poética que me hace pensar que estoy frente a un libro muy grande. Es un libro de esos que crea a sus nuevxs lectores.
Como supo decir William Carlos Williams: «Los poetas están malditos pero no están ciegos; ven con los ojos de los ángeles».
Roldán vió con esos ojos y creó su propio Aullido conurbano.
Gabby De Cicco
Rosario, invierno de 2018
estamos en el balcón
intentando volver a respirar
en el verano agobiante
y mientras cebo unos mates
vos me decís
“tengo ganas de baldear el piso”
tu rostro tranquilo
de pómulos guaraníes
hace que me pregunte
¿cómo puedo amarte
yo que hora a hora
me pierdo pensándolo todo?
¿cómo puedo amar
a un muchacho
saludador de perros callejeros
que les habla
en ese lenguaje incomprensible
hecho de miradas,
idioma de pequeñas
caricias en el lomo?
y mientras me pierdo nuevamente
en mi eterno soliloquio
el agua que arrojás hacia el piso
el agua fresca y segura
se desliza hacia mí
toca mis pies
te miro
y comprendo
menarâ quiere decir “novio”
mi menarâ vive en una villa
atravesada por dos vías férreas
como a mi alma
que la atraviesan
distintos deseos.
cuando yo era pibe vivía
a una cuadra del ferrocarril Belgrano Sur
y veía pasar al tren
repleto de changarines obreros y doñas
que venían del mercado central
cargados de frutas verduras legumbres
veía pasar al tren
con muchachos
de torso desnudo
sentados en el techo de los vagones
los días de calor infernal
y locomotoras descompuestas.
ahora que soy un hombre
que en su pecho
refugia al mismo pibe
vivo justo frente
a la estación de Munro
del ferrocarril Belgrano Norte
y observo desde mi balcón
a una familia
que se muda en tren
del barrio al barrio siguiente,
a la próxima estación,
y mueble a mueble
tren a tren
van
mudando sus vidas
de camas de madera pino sin barniz
sillas de distintos colores y formas
alegrías
que sólo buscan
su lugar bajo el mismo sol
que a todos nos ilumina
en este poema aparecen
tres ferrocarriles
como el que me despertó
la otra noche,
la primera noche que dormí
en la Villa Trankila en la cama
de mi paraguayo
ojehayhúva,
y la locomotora me dijo
al pasar junto al ranchito
con su voz de dragón
sonora profunda:
"No importa dónde te lleve el camino,
Javier, lo importante es quién te acompaña"
Pyahu
a Alfredo
el acento guaraní surge en tu voz
por momentos
surge por ejemplo
cuando los ríos ceden
y te enojás
y tu alma asoma
dulce plañidera con el llanto
de un guyra campana
que no huye
porque está enselvado
y sus alas se enredan
con la exuberancia del verde voraz
surge por ejemplo
cuando sos mi maestro,
y aprendiz en la cama te pregunto
¿cómo se dice mano en guaraní? “po”
¿cómo se dice dedo en guaraní? “cua”
y mi risa resuena en la habitación
con acordes de arpa
porque el mundo vuelve a ser virgen
después de cuarenta años
Tinder
¿Ves cómo tratan aquellos muchachos
a sus celulares?
¿Ves las sonrisas cómplices
las miradas tiernas que les dedican?
¿Y cómo suavemente deslizan
sus dedos por las pantallas?
bueno
lo único que pido hoy
es que esos muchachos
me deseen así
me dediquen las mismas dulces sonrisas
y sobre la pantalla
táctil de mi piel
encuentren la perfecta
aplicación para el amor
Javier Roldán nació en el Oeste del Gran Buenos Aires, en Merlo Gómez. Trabaja como docente en colegios secundarios del conurbano. Coordina talleres de lectura. Tiene como maestro a Osvaldo Bossi. Publicó “La Extraña Dama” por Alto Pogo en el 2015 y en 2016 publicó dos plaquetas: por Subpoesía “Las profecías perderán su razón de ser” y por Paisanita “Bendito yo soy”. En el 2018 publicará su segundo poemario “Villa Trankila” por la editorial Santos Locos.