Cleofé - María Teresa Andruetto

 

Un amigo me escribe desde Siria

a Pablo Sigismondi

 

Un amigo me escribe desde Siria,

dice pronto esta noche infernal

terminará y volveremos a caminar

sobre cadáveres. Recibo su mensaje

en la casa de la hija de otro amigo,

que ha cumplido quince. Somos viejos

los invitados a la fiesta; alguien canta

coplas, cantos cimarrones, montañeses,

que aprendió en los valles calchaquíes.

La mujer se llama Eva y le dedica sus coplas

a la niña que está cabeza baja mirando

el celular. También yo estoy cabeza baja,

tengo otro mensaje desde Siria, fui a

Maalula a ver a mi familia. No puedo

contarle esto a mi madre, este luto, este

dolor, Dios cubra a mi tierra con su manto.

La copla sale de la garganta de Eva, su

falsete es un grito que llega a Siria,

mientras la chica dice dale papá,

pongan música buena, que esto

está muy triste.

 

 

 

Balidos

 

Balaban las madres

bajo los nubarrones de la víspera,

dóciles, fáciles de guiar. También

yo entré al corral. Ellas desconcertadas,

él con su ojo de águila. Lo vi manotear

a tontas y a locas. Le tocó a la cara

mocha, con algo de corriedale.

Un manotazo al cuero, a la enrulada

lana un manotazo. Después fue

atarle nomás las patas y colgarla

para que desangre. Prepará el mate,

dijo, y yo me distraje para no verla

cabeza abajo, la sangre en tierra,

la baba colgando, los perros

disputándose las tripas, bajo

el agudo balido de las madres.

 

 

Sólo escucho a la niña

           

Aprendí mucho de ellas, dice mi hija

por teléfono y comienza a nombrar

a abuelas, madres, tías… en la casa

que queda al pie del cerro, me enseñaron

a bordar, pirograbar, a hacer flores

de papel para los muertos. Me contaron

historias de mujeres, amores de ellas

mismas: alguien le decía mi tusquita,

otro entró a la historia del boxeo,

un cantor cantaba soy del treinta,

un gringo que pasaba por los campos,

una de ellas sedujo a un hombre joven,

otra se olvidó un día del marido,

y otra… las nombro como un mantra,

dice, Francisca, Cleofé, Petrona, Arcadia.

Laureana, Gregoria, Gioconda,

Juana, brotan sus nombres en el teléfono,

mientras la niña tapa con balbuceos

su voz de madre. Y entonces ya no escucho

sino a esa niña que habla con la fuerza

de lo que nace, como debe ser.

 

 

Para que fluya

 

Por el Monte de las Ánimas, va

una madre con sus hijas, llevando

las cenizas de su madre. La que ha muerto

amaba las cascadas, las flores amarillas,

las retamas. Hacia allá la llevan

las tres, hacia el nacimiento

del agua, la esparcen

para que fluya.

 

 

El orden natural

 

La nena no sabía hablar, pero la madre

dijo es esto y esto y le enseñó a la nena

y la nena aprendió.

 

¿Sabe ahora?
Sí, sabe.

 

La madre dice ésta es la casa

donde se hacía el guiso, la casa donde

estábamos de fiesta. Y ésta es la belleza

de la casa. La belleza es nomás eso,

nadie sabe para qué sirve,

pero ni a nonna ni a figlia

se le olvida.

 

La hija se pregunta cómo fue

que pasó todo, la rueda del tiempo,

la vida sin fin y sin principio.

 

¿Sabe ahora la nena?

Sí, sabe.

 

Ciao cara, ciao figlia

 

Ciao, mamma.

 

 

 

Cuenta y cuenta

 

¿Te gusta ser mujer?

Sí, me gusta. Los varones son mandones,
pero son buenos.

¿Y las mujeres?

Pienso que son cuenta y cuenta.

Mitad y mitad.

Mitad mandonas y mitad gritonas.

¿A vos te gustaba ser mandona o gritona?

Yo siempre las he respetado.

¿Y a los hombres?

Sí, lo mismo pero con un poco más de miedo.

Lo que tiene eso es que es normal.

 

 

Digo, dice

 

Digo: ¿es una canción?

Dice: Es una paloma, una palabra

hecha mía.

 

 

Ya está dicha la pena

 

¿Quien sos?

La Tere

¿Qué Tere?

La Tere tuya.

Alumbrame que estoy loca.

No estás loca.

Estoy bien loca porque hay que sacarse

la pena. Es mala la pena,

es toda mala.

Sí, es mala.

Ya esta dicha la pena. Es dura.

Sí, es dura.

Cuando veo llorar lloro,

pero no me dejo ver.

¿Querés un poco de agua?

No quiero agua, ni plata ni nada,

quiero amor.

 

María Teresa Andruetto (Arroyo Cabral, Córdoba, Argentina, 26 de enero de 1954) es una escritora argentina. En el año 2012 recibió el premio Hans Christian Andersen. Publicó las novelas Tama (Alción, 2003), La mujer en cuestión (DeBolsillo, 2009) y Lengua Madre (Mondadori, 2010), las nouvelles Stefano (Sudamericana, 2001), Veladuras (Norma, 2005) y La niña, el corazón y la casa (Sudamericana, 2011), el libro de cuentos Todo movimiento es cacería (Mondadori, 2012), los libros de poemas Palabras al rescoldo (1993), Pavese (1998), Kodak (2001) y Beatriz (2005) en Ediciones Argos, Pavese/Kodak (Del dock, 2008), Tendedero (CILC, 2010) y Sueño Americano (Caballo negro, 2009).