Danse africaine - Langston Hughes por Márgara Averbach

 

DANSE AFRICAINE

 

El ritmo denso de los tom-toms

el ritmo lento de los tom-toms

            lento...denso

            denso...lento--

            llama a tu sangre.

                        ¡Baila!

Una muchacha con velo de noche

            gira, suave, y entra en

            un círculo de luz.

            Gira, suave..., lenta,

como un jirón de humo alrededor del fuego--

            y los tom-toms suenan

            y los tom-toms suenan,

y el ritmo denso de los tom-toms

            llama a tu sangre.

 

SUR

Sur, risueño, haragán,

con la boca manchada de sangre.

Sur, cara de sol,

                        fuerza de bestia,

                        mente de idiota.

El Sur, cabeza de nene,

que busca en las cenizas muertas

los huesos de un negro.

                        Algodón y la luna,

                        calor, tierra, calor,

                        el cielo, el sol, las estrellas,

                        el Sur, perfume de magnolia fresca.

Hermoso, como una mujer,

seductor, como una puta de ojos oscuros,

                        apasionada, cruel,

                        labios de miel, sifilítica...

                        Ella es el Sur.

Y yo, que soy negro, me atrevería a amarla

pero ella me escupe en la cara.

Y yo, que soy negro,

le daría regalos raros, muchos regalos, 

pero ella me da la espalda.

                        Así que ahora busco la tierra del Norte,

                        cara de frío,

                        porque ella, dicen,

                        es más dulce como amante

y en su casa mis hijos

tal vez escapen del hechizo del Sur.

 

 

SILUETA

 

No te desmayes,

dulce dama del Sur,

acaban de colgar a un negro

bajo la luna sin luz.

 

Colgaron a un hombre

bajo la luna negra

en un árbol del camino

para que el mundo viera

cómo protege Dixie

a sus mujeres blancas.

 

Dulce dama sureña,

no seas mala,

no seas mala.

 

 

EL BLUES DEL CANSANCIO

 

Zumbando una canción sincopada, somnolienta,

hamacándose con la música suave, lerda,

            oí cantar a un negro.

Allá, en la avenida Lenox, la otra noche,

en la palidez moribunda de un farol en un poste,

            se hamacaba, perezoso, lerdo...

            se hamacaba, perezoso, lerdo...

con el ritmo de ese Blues del Cansancio.

Manos de ébano sobre teclas de marfil,

hacía que el pobre piano no parara de gemir.

            ¡Ay, blues!

Mientras se hamacaba, en su banco, solo,

tocaba esa canción harapienta como un músico loco.

            ¡Dulce blues

que viene del alma de un negro!

            ¡Ay, blues!

En una voz de canción profunda y tono melancólico

oí cantar al negro, gemir al piano afónico...

            “No tengo a nadie en este mundo,

            no tengo a nadie meno a mí,

            voy a olvidame del dolo

            y dejá mi problema po ahí.”

Tuc, tuc, tuc, marcaba con el pie el compás.

Tocó unos acordes y cantó un poco más...

            “Tengo el Blues del Cansancio

            y no estó contento,

            El Blues del Cansancio

            y no estó contento--

            Me siento triste ahora,

            y quisiera estar muerto.”

Lejos, hacia la noche, acunó esa canción.

Las estrellas se fueron y la luna murió.

El cantor dejó de tocar y terminó el concierto

y él se fue con el eco de los blues en el cuerpo

Durmió como una piedra o un hombre que ha muerto.

 

 

HARLEM

 

¿Qué le pasa a un sueño postergado?

 

  ¿Se seca

   al sol como una uva?

  ¿O se abre como una llaga--

   y después supura?

  ¿Huele como carne podrida?

  ¿O se pone duro--

   como el almíbar?

 

   Tal vez se hunde

   como una carga pesada

 

     ¿O quizá sólo estalla?

 

Langston Hughes (Joplin, Misuri, 1902 – Nueva York, Nueva York, 1967) fue un poeta, novelista y columnista estadounidense afroamericano. Se le conoce más por su vinculación al Renacimiento de Harlem, del que fue uno de sus impulsores. Versiones de Márgara Averbach.