El amor en Blade Runner - Daniela Camozzi

 

el fuego insolente del amor por el adversario

Roy

 

si ya maté a mi padre

mientras esa lechuza mecánica lo grababa todo

si ya ejecuté también a su lacayo

¿qué más ahora, sino brillar,

frente a vos, digno en mi final,

con mi pelo platinado y mis ojos de fuego?

 

me di el gusto de salvarte de tu caída

para que atestigües mis últimas palabras,

mi poema a los cielos y sus máquinas

 

¿no es evidente que fui yo quien buscó

cambiar el curso de la historia

desafiando la ley que me impusieron?

 

yo soy el verdadero protagonista,

vos, Deckard, solo sos un babeante

tembloroso personaje secundario

 

 

el amor como duda y como viaje

Rachael

 

no me interesa saber si somos tan distintos

o si justamente por eso, amor mío,

huimos juntos, envueltos en una música

que parece llegar de las estrellas

en un viento que es de este mundo

pero ruge huracanado como si viniese

del lejano lugar en que me hicieron

 

desafiás todo lo esperado de vos,

amándome, a mí, que solo tengo

mi estola gris, estos rizos de muñeca,

unos ojos que apenas parpadean,

la única posibilidad de mis programaciones

 

quizá ya se cumplió la fecha

estipulada para mi muerte

o quizás este viento que ahora

parece soplar incluso más fuerte

no nos deja pensar si el tiempo

que nos queda es mucho o casi nada

 

de un modo o de otro, Deckard,

aquí estamos, viajando en el más bello

convertible nunca visto

cada vez más lejos de la atroz secuencia

de los origamis, del cazador

que tan seguro estaba de atraparnos

 

 

el amor nos transformará en lo opuesto de lo que somos

Deckard

 

al apoyarse en las teclas del piano

tus manos hicieron sonar

una música perfecta

idéntica a la que tocaba mi madre

 

alguien habrá puesto

ese preludio en tus programas

 

yo no pude más que sentarme al lado tuyo

y al verte así

los rulos negros sobre la frente

tuve que besarte, Rachael,

y vos me dejaste hacer

 

mirándome con tus ojos de otra galaxia

cancelaste mi mandato de verdugo

me convertiste en esto que soy ahora

un fugitivo, tabula rasa

 

no sé y no me importa

si soy humano o androide

que otros interpreten, se preocupen:

yo solo quiero seguir conduciendo

viajar para siempre al lado tuyo

 

 

 

 

  

Daniela Camozzi nació en Haedo, Provincia de Buenos Aires, en 1969.

Como poeta, publicó: La felicidad ajena (Huesos de Jibia, 2008), Mones Cazón (Ediciones del Dock, 2015) y El amor en Blade Runner (Espiral 6, 2016).

Como traductora, publicó: Canción de cuna y otros poemas,  selección de textos de Joseph Brodsky (Huesos de Jibia, 2009, junto con Walter Cassara), y Donde sea que vaya y otros poemas, textos de Muriel Rukeyser que seleccionó y antologó (Viajero Insomne, 2015).

Sus poemas y traducciones aparecen en distintos sitios de Internet, revistas y en diversas antologías, como Buenos Aires respira poesía (2013).

Dicta talleres de poesía y de traducción poética. Investiga y escribe sobre la traducción de poesía.

 

 

El amor en Blade Runner, un artefacto peligroso

El amor en Blade Runner es un artefacto peligroso, parecido a un comunicado con mensajes encriptados o a una bomba con efecto retardado.

Envasado en un vinilo profiláctico y con hojas de teletipo cosidas al estilo bondage, en este libro hay, intercalados, ilustraciones diseñadas en código ASCII, instrucciones para hacer un unicornio en origami y poemas de amor.

La propuesta es desconcertante. ¿Quiénes pueden animarse a postular la existencia de algo amoroso en un libro aparentemente tan frío, en el que se reproducen las voces de unos robots que deambulan por una ciudad abrumada por la publicidad y una lluvia incesante? Adivinaron, una poeta. Y en esta ocasión, integrada a un colectivo artístico que apuesta al “cruce de miradas y expresiones espiraladas”.

Daniela Camozzi, Bruno Rota y Maia Cosin recurrieron a sus oficios de traductora, ilustrador y encuardenadora para decodificar, en un lenguaje coral y poético, los sentimientos de los replicantes, esos androides de Philip K. Dick en los que el deseo es producción, voluntad de poder y afecto activo.

Así, a cada Nexus-6 le corresponde un tipo de amor: para Pris, el de la demostración de alguna pirueta al otro amado, como cuando de chicos nos desvivimos por la atención de mamá o papá para que vean cómo logramos andar en bicicleta sin rueditas. A Sebastian, el de la fatalidad, en una entrega absoluta hacia quien sabe que no es la ¿persona? indicada. Y para Zhora, quizá el más conmovedor: el de un narcisismo exacerbado y la conciencia de las propias limitaciones para amar.

En esas tres confesiones autómatas, como en el resto del poemario, el yo lírico se expresa en forma seca, directa, con el sonido de una voz sintética que Daniela cultiva desde sus dos libros anteriores.

Además, a los textos se le intercalan ilustraciones cuya belleza se devela de una forma subliminal, recién cuando podemos recomponer en nuestras retinas una serie de unidades computacionales mínimas.

Por eso la advertencia. El amor en Blade Runner se suma a la tradición del cyberpunk en tanto poética existencial y recoge el guante de aquellos pensadores que demostraron la importancia de la dimensión esencial y el carácter subversivo que el amor tiene entre los humanos.

Mi deseo es que este libro, más tarde o más temprano, nos estalle a todos en la cara.

Martín Sánchez Ocampo nació en Buenos Aires el 16 de agosto de 1975 y cursó estudios de Ciencias de la Comunicación en la UBA. Trabaja como editor para un portal de noticias y es autor de Lluvia Púrpura (Huesos de Jibia, 2008). También integra la antología El Rayo Verde (Viajero Insomne, 2013).