Fede Llera - Dejen ladrar al perro toda la noche
Prólogo de Javier Roldán a Dejen ladrar al perro toda la noche (ed. Subpoesía), de Fede Llera
En 1965 Thomas Clark entrevista a Allen Ginsberg para “The Paris Review”. En ese reportaje, entre otras joyas, Ginsberg dice: “La poesía es generalmente como la articulación rítmica de un sentimiento. El sentimiento es como un impulso que surge adentro… como los impulsos sexuales, digamos; es algo tan definido. Es un sentimiento que empieza en alguna parte del estómago y sube por el pecho y después sale por la boca y las orejas, y se revela como un arrullo o un gruñido o un suspiro. Algo que, si uno le pone palabras mirando alrededor y tratando de describir qué es lo que lo hace suspirar –y suspirar en palabras-, es simplemente articular lo que uno siente. Tan simple como eso.”
Lo dice Ginsberg ¡y parece tan fácil! Pero son muy pocos los que logran que esos sentimientos que día a día nos invaden se transformen en poemas.
El poeta al que estás por leer, querido lector de poesía - porque si lees poesía ya te estoy queriendo porque somos hermanos – logra, a lo largo de este libro, eso que señala el vate más hermoso de la poesía norteamericana.
¿Qué pasa en esta ciudad con los que no encajan en ningún lado? ¿Nuestro destino es como el de los dinosaurios y seremos recordados como gigantes solitarios, feroces y lúdicos? ¿Ganamos algo caminado desnudos por NY anunciando nuestro final? ¿Alguna vez nos animaremos a saltar - con ese otro que llevamos dentro - hacia el mar hirviente aunque el sol brille?
Fede Llera ve lo que nadie ve. Fede Llera siente como nadie siente. Y hasta acá es como todos nosotros, nada lo diferencia.
Lo que hace que Allen sonría desde el cielo - el de las drogas legales y las ilegales y todas las drogas posibles - es que en los poemas de este extraño y bello libro llamado “Dejen ladrar al perro toda la noche” Fede Llera logra que cada sentimiento que comienza en su estómago, sube por su pecho y se transforma en gruñido, arrullo o suspiro quede habitando sus poemas. Para alegría nuestra que lo vamos a leer. Y la alegría nunca es poca cosa.
Javier Roldán
Marcelo venía hablando solo cuando me lo encontré:
Los tipos que
caminan en pelotas por Nueva York
con un cartel the end is near
¿qué ganan?
Prefiero estar bien despierto
tener iluminaciones, saber que
los días de invierno huelen a pileta climatizada
y los ascensores por la mañana tienen gusto a papel de diario.
Llevo en esto una tropilla de cuadras
busco y rebusco en mi interior
me estoy por resfriar
hasta el shopping está cerrado
¿será que ya nos dan a todos por muertos?
Los sueños de Maca son raros
Fuimos al Chocón
a ver las huellas
del carnívoro más grande
por la ruta
entre los postes
los alambrados
y las cigüeñas de petróleo
es difícil imaginarse a los dinosaurios
a la tarde
en el lago
jugábamos
con una pelota de tenis
del tamaño de una de básquet
jugando
se nos fue
la vimos
adentrarse en el lago
dejala ir –dijo Maca—
quizás en millones de años la encuentren
y crean que fuimos
una raza de gigantes.
Dejen ladrar al perro toda la noche
De día el tren y los autos pasan
el mundo se construye
uno puede aferrarse a sus bordes.
De noche
la zanja
se mezcla con la oscuridad
a menos de un brazo de distancia,
su olor es más fuerte
y a la vista no se distinguen
fondo de orilla.
Dejen ladrar al perro toda la noche.
Fede Llera, Dejen ladrar al perro toda la noche, Ed. Subpoesía, 2016.