En diálogo: Diana Bellessi e Irene Gruss

Abril de 2008 – Mayo de 2016

Un desliz autobiográfico

En marzo de 2008, Diana Bellessi e Irene Gruss estaban trabajando en sus poesías reunidas. Quería escribir una nota sobre sus obras, cruzarlas, ponerlas en diálogo. Pero el editor de la revista al que se la propuse, me instó a que las reuniera. Hasta ese momento, estas dos poetas enormes nunca habían compartido un diálogo para ningún medio. El editor –cuyo nombre prefiero omitir– tenía los antecedentes penales del cizañero, por lo que intuí cierto grado de maledicencia en la propuesta. Aprovechando el cariño que tengo por ellas, las invité a casa, las agasajé como pude y encendí el grabador para apagarlo dos horas después.

Por el capricho y la mala voluntad del editor la entrevista no salió. Y por la modalidad de los medios que pagan lo que sale publicado, nunca se me pagó por mi trabajo. Hice un par de intentos en otro medio, pero no resultó. Entonces, ahí quedó, guardada entre mis notas y reseñas. Ese fue el principio del fin de mis colaboraciones en esa revista.

Como suelo contar esa mala jugada, la narré en una cena con los directores de Malón Malón y me propusieron publicarla. Vintage, las voces de Irene y Diana, sus risas, sus reproches, aún resuenan en ese balcón de Colegiales. En mi memoria y en mi corazón también.

 Juan Fernando García

 

 

 

 

 

 

 

 

EN DIÁLOGO

Ante la inminente edición de sus Obras reunidas, las poetas Diana Bellessi e Irene Gruss accedieron a un diálogo, invitadas por X. Unidas por años de transitar un camino común, el encuentro resultó un rico y emotivo recorrido por vidas y libros. Con poéticas diferenciables y sostenidas en 25 años de producción constante ya son visibles las herencias en generaciones jóvenes. El tiempo de la experiencia las une en una charla que, la más de las veces, fue conducida sólo por ellas. Atendiendo a ese fluir de las conversaciones que no requiere más que la voluntad de rememorar y atar con los hilos que la memoria va desmadejando.

El encendido del grabador entusiasma a Irene Gruss: “Diana es una poeta que no podés etiquetar. Más allá de lo generacional, conoció muchos escritores, como Alejandra Pizarnik, que nosotros después conoceríamos sólo de vista. Y esa es una marca fuerte. Es la única inclasificable. Neorrománticos, objetivistas, ella no entra en nada…”

Los ecos del 60, la militancia, los grupos de pertenencia, son las marcas de ambas poetas. También la huella de algunos maestros. Porque si bien sus primeras publicaciones son entre 1981 y 1982, sus trabajos –individual, en solitario, en el caso de Bellessi; grupal en el caso de Gruss– habían comenzado a forjarse hacia fines de los 60 y principio de los 70, respectivamente.

¿Cómo se produce el encuentro con la literatura?

DB. Aldo Oliva vino a hacer un reemplazo en la escuela donde yo estudiaba y se convirtió como en un padre. Lo primero que me dijo, a los 14 años, fue: “¿Vos leíste a los románticos alemanes?” Y yo que no tenía ni idea de quiénes eran, salí corriendo a leerlos. Eran gestionadas así las lecturas. Pero no mucho más. Me fui haciendo solita, conociendo algún poeta que me gustaba mucho. Así conocí a Alejandra Pizarnik, a Miguel Ángel Bustos. De Francisco Madariaga leí un libro en la Biblioteca Vigil de Rosario, El delito natal, y fue esencial, a muy temprana edad, de fuertes resonancias, mucho antes de conocerlo personalmente.
IG. Y tus lecturas solitarias, antes de viajar y conocer, ¿cuáles fueron?
DB. A los 12 o 13 años me topé con el Siglo de Oro; después, los españoles del 27, sobre todo García Lorca, Hernández, Cernuda un poco después. Y como mucha gente de mi generación, la vanguardia francesa, los surrealistas y el Dadá sobre todo.
IG. A mí en la escuela me formaron muy mal… Mi encuentro con Pizarnik, con Juanele, fue porque iba mucho a la Bilbioteca de Vicente Lopez, que la vacié y la llené infinitas veces.
DB. A mí también me formó mal la escuela, esto es que una iba y avanzaba… Fuera de las horas de clase. Luego, en los años de Rosario están ligadas las conversaciones sobre poesía a la política; Oliva, el Malena (Movimiento de Liberación Nacional), las revistas literarias, pero no con alguien de mi edad que estuviera escribiendo.
IG. Yo estaba ligada a la gente de la revista El Escarabajo de Oro que después será El Ornitorrinco; la militancia en el PC (con el que rompo en 1974), y el Taller de Lellis. Allí se formó mucha gente; de las últimas camadas están casi todas desaparecidas.

Eran tiempos de poesía y política. De escritura. Porque se seguía escribiendo, contra el miedo, sobre el terror. La Dictadura como fractura. El lugar del silencio, hasta que los 80 reclamaban aires más puros. El reencuentro después de la dispersión, voces que volvían para escucharse.

¿Podemos hablar de los 80?

IG. Recuerdo la época de Arte Plural, en casa de los Vitale [la familia de Lito y Liliana Vitale], en el ‘82. Ahí empezamos a conocernos, a querernos, a leernos.
DB. Nos empezamos a leer y a encontrar; empezaba a aflojar el miedo. Había enemistades que empezaban a disolverse, ¿te acordás? Cuando empezaron las lecturas, todo terminaba en tomar y bailar.
IG. Empezó a disolverse la puta Dictadura. Era verse y poder respirar. Poder leernos y abrazarnos. Fue muy, muy importante. El ciclo del San Martín, al principio de la democracia, también fue fundamental. Después estaban las fiestas que armaba Victor Redondo en Último Reino; luego, vino José Luis Mangieri.
DB. Último Reino sostuvo las ediciones de poesía durante la Dictadura y en los inicios de la democracia.

¿Tienen algún recuerdo de cómo llegan al primer libro?

DB. Mi primer libro publicado no es Crucero ecuatorial, sino uno que no incluyo, Destino y propagaciones. Viajando como mochilera, en Guayaquil entro a trabajar a la imprenta de la Casa de la Cultura, limpiando pisos y ordenando folios, y conozco a Eduardo Jaramillo, que me pide cosas para leer, y me propone una lectura, poco antes de irme. Me pide esos papelitos y un año y medio después me entero que los han publicado. Aunque hay poemas a los que le tengo cariño, nunca llego a sentirlos, orgánicamente, en el concierto de mis otros libros.
IG. Mi primer libro, con el que gané el Premio Municipal, no lo publiqué jamás. Tardé diez años en armar La luz en la ventana. Estaba en un grupo de castradores; única mina, pero era mucho de “andá a tu casa y arreglalo, porque todavía no está”, sin contar la falta de guita, porque yo me pagué la edición.

Puede que ambos libros tengan como marcas sobresalientes el viaje, en el caso de Diana y lo doméstico, en el caso de Irene, cruzadas por una apelación común al pasado inmediato.

IG. No sé, esa marca “hogareña” la vengo pensando hace años. Hay mucha gente que me conoce, hasta El mundo incompleto, como la que escribe sobre la ropa y el balde.
DB. Pero de eso también podés hacer una lectura política y revulsiva.
IG. Cuando Boido presentó el libro, junto a Hebe Uhart, dijo algo que a mí me resultó bien interesante: La luz en la ventana es desde adentro y el libro se va abriendo hacia afuera. ¿Vos no sentiste el hecho de la edición como un momento?
DB. Sinceramete, no. Quizás porque era grande. Había escrito ya tanto antes que no sentía que era mi primer libro.
IG. Para mí fue todo un momento.
DB. Crucero ecuatorial salió en una pequeña editorial –Sirirí– de libros casi artesanales que armamos junto a Niní Bernardello. El único que decido rescatar, pero que edito en los 90, es un libro escrito en los 70, Buena travesía buena ventura, pequeña Uli. Y Tributo del mudo, que es publicado después de Crucero, pero también fue escrito a fines de los 70.
IG: ¿Te daba miedo publicar?
DB. No, para nada. No era que no quería, simplemente no había piso. Entonces, frente al primer libro me sentía una veterana. Era un corte. Creo que le pasó a nuestra generación y sobre todo, a los que no nacimos en Buenos Aires.
IG. Ella decide sola, cuál va a ser su primer libro. Yo tuve atrás, al costado, en el medio, adentro incluso, todo un grupo de gente que me decía sí o no.

Contéstame, baila mi danza, fue uno de los grandes aportes hechos por Diana Bellessi: la traducción de siete poetas norteamericanas contemporáneas.

IG. Esa antología fue crucial en nuestra formación: para encarar la lectura, la escritura, todo. Yo idealizo y valoro mucho ese trabajo. Cómo te animaste…
DB. Y todo empezó porque mi inglés era precario y quería leerlas mejor. Yo me siento muy influenciada por esa generación de poetas. Vivía ilegal en Nueva York, trabajaba en una fábrica… Pero sería como cualquier chica de veintipico que hoy va a una lectura de Irene Gruss. Yo, iba a la lectura de Muriel Rukeyser.
IG. Yo salvaría las distancias… (Risas) Vos lo marcás como curiosidad y yo creo que es generosidad.
DB. Es un ida y vuelta del que da porque está recibiendo. Además, no existís si no existís en diálogo. Me sentía atravesada por esas gringas que habían escrito poemas que me alucinaban, pero no alcanzaba si no podía conversarlas con otras que escribían en castellano. Sólo se crece en medio de ese diálogo.
IG. Y eso te diferencia generacionalmente, desde el principio.

Los 90 llegan y pasan rápido en la evocación. Una “sombra negra” empezaba a cubrirlo todo, puntualiza Diana Bellessi. Pero también es el momento de los libros de madurez.

¿Son El jardín y La calma libros bisagra en su producción?

IG. En El mundo incompleto estaba con los palotes. Y en La calma empiezo a decidir qué es lo que quiero, o porque lo quiero de determinada manera. Sí, sentir la libertad de caminar sola.
DB. El jardín tiene todas las anotaciones de la melancolía de la conciencia del fin del recreo. Algo del orden del tiempo por primera vez hace su aparición fuerte. Y, como dijo Irene, también me sentí escribiéndolo con libertad, sin que me importaran los discursos modales sobre la poesía. Pero me parece que hay un antes y un después de Sur, el libro posterior. Sur inicia una exploración en una tradición otra que se sostiene hasta hoy: una vuelta al siglo de oro y el cancionero popular; y la atención a las nociones de versificación y acentuación.
IG. En mi caso, creo que la distancia con lo anterior –y la madurez– está en Solo de contralto.

Hablemos de la obra reunida.

IG. Creo que lo que más contenta me pone es que va a ayudar a romper con el estereotipo que muchos lectores tienen sobre nuestra obra. Hay lectores que te enfocan en un solo libro…
DB. … y te dejan prendida ahí.
IG. Eso que decíamos antes, yo no soy la doméstica.
DB. Esto que debería ser natural –que a cierta edad alguien que ha producido una cantidad de libros que han desaparecido, pueda reeditarlos en un conjunto– yo no sé si le pasa a Irene, pero a mí me parece extrañísimo…¿Cómo se enfrenta esta realidad? Por supuesto, con alegría. Quieren publicar todos mis libros juntos y lo llaman “obra reunida”… una especie de horror ¿Y cómo sigue este cuento? Obra reunida, obra completa ¿qué significa? ¿Acá se cerró?
IG. ¿Y el título de la obra reunida? Ha sido mucho trabajo, Diana.
DB. Mucho trabajo que es volver a leerte.

¿Cómo titularon sus “obras reunidas”? ¿Hicieron muchas correcciones?

IG. A ver qué les parece. Igual, ya no hay vuelta atrás: La mitad de la verdad.
DB. ¡Qué bello título!
IG. ¿Te gusta? Me costó mucho, me volví loca. ¿Qué título que represente todos tus libros? El trabajo fue mucho. La revisión, toquetearlos. Corregí ritmos, ignorancias de esa época, un pronombre mal habido, una coma mal llevada. Encontré una concordancia verbal que era atroz. Quité algunos poemas que consideraba mediocres, marcas personales que no me interesaban, casi como un anecdotario. Y agregué un plus de inéditos, como para decir “la vida sigue andando…”. Un trabajo muy arduo.
DB. Llevo más de un año de trabajo. No saqué ningún poema pero me tomé trabajos interminables con una coma, con un acento. Además trabajo no sólo desde la especificidad de la gramática, sino en esa pregunta ¿por qué aparecía de tal manera? Y ponerle un nombre, como dice Irene, que sostenga a todos tus libros y lo que una es hoy, como sumatoria de todo lo que ha hecho hasta ahora. Elegí el título del último inédito que está incluido; creo que sostiene al conjunto, y es como decir: “lleguemos al cuasi fin, desde el comienzo”, Tener lo que se tiene.
IG. ¡Totalmente!
DB. Además pasa una cosa, en relación con lo que veníamos hablando. La “obra reunida” no es la “obra completa”, en ese sentido lo elegí. Se tiene lo que se tiene, no lo que se deseó tener, lo que se imaginó, lo que hubiera querido tener, sino lo que se tiene, lo que se hizo, hasta donde se llegó hasta hoy. Todavía falta.
IG. En mi caso, “la mitad de la verdad”, no es la verdad a medias, sino lo contrario. Lo que se escribe no es lo que se vive, y también es lo que se vive. Quién sos cuando escribís. Qué es la ficción, que es algo que a mí me apasiona, que es, en definitiva, la mitad de la verdad. Toda mi vida peleé por el contraste, por algo que fuese dialéctico, ambiguo y eso me parece que es la mitad de la verdad. Y esa aceptación de que no se tiene todo.
DB. ¿No querés que cambiemos?
IG. Ya es tarde. (Risas)

 

CODA FINAL, mayo de 2016.

A la hora de publicar esta nota, ambas han ampliado el repertorio de su obra reunida. Nuevos libros, reediciones, los inéditos que se despliegan en las lecturas públicas. Como una muestra de ese trabajo incesante, compartimos con los lectores poemas de sus más recientes libros.

 

DIANA BELLESSI
de Pasos de baile (2014)

Vestida de su fe

Buscando la línea musical
que fluye por otro lado
de este mundo
replegado del que escucho
unas notas
solamente
cuando corro
por los campos del envés
del mundo
mi tierra prometida

que el miedo
no me alcance y vuelva a ser
la chica en los potreros
inocente y audaz
como lo fue siempre
vestida de su fe


Último instante de luz

Los gansos blancos de Clarita
nadan las aguas del San Antonio
mientras la luna se ilumina

y los mistitos cantan a lo loco
entre las ramas de oro del Rincón
que en marzo tiemblan

cuando sutiles nadan los gansos
como el concierto de los pájaros
buscando en la rama su sitio

y un muchacho desnudo sale
del agua con el pelo
sobre la espalda y su sonrisa

mientras mi perra mueve su colita
en amor a primera vista
y es ahí

que la luz del fin
del verano se revela
sin caer en la sombra llena

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IRENE GRUSS
de Entre la pena y la nada (2015)

Plegarias atendidas

Plegarias atendidas, como se barre
la herida, lo que había que sufrir,
la lástima, la mía.

Plegarias atendidas:
he dejado de rezar,
las rodillas se arrastraban
porque dolían.

Lo dejado a perder, valentía o
plegarias atendidas.

Hora que no viví, hora que no vivía
llegaron por plegarias atendidas.

He elegido respirar tanto
más
por plegarias atendidas.

*Se parafrasea a santa Teresa: “Se derraman más lágrimas por plegarias atentidas que por las no atendidas”.


Notas para una tanza

Al fin de cuentas, todo encaja:
la que muestra la hilacha,
la que sangra por la herida,
como un tonel que rebase
pero vacía, resentida de mí: “no era sangre
sino pura psijé”, dijo que decía,
un tajo al costado ¡el alma!
estremecida por doquier,
vacía, llena de nada muestra la piola,
un fino cordel tanza notable
sería.