La cifra mágica - Paula Jiménez España

Por Mariana Docampo

La cifra mágica es un libro precioso.  Y son muchas las cosas que lo hacen precioso.  La primera es que, como una caja de resonancias, está habitado por voces, que si bien llegan enlazadas unas y otras por la autora,  estallan con su propia potencia en estas páginas en las que la voz de Paula es otra voz, no menos bella que las demás.  

¿Cómo hablar de un libro que habla de otros libros? Y que lo hace sin eje temático, sin otra propuesta estructural que ser una recopilación de notas, ensayos, reseñas, presentaciones entrevistas y crónicas que hizo Paula Jiménez España para distintos medios y eventos en los últimos años y que publica a pedido de sus editoras.  Es necesario dar un salto por encima de lo meramente compositivo para pensar en la autora y en su importancia dentro de la  poesía argentina actual.  ¿Por qué Paula elige reseñar a quienes reseña, presentar los libros que elige presentar, escribir sobre quienes escribe?  ¿Y qué consecuencias tiene la aparición de cada una de sus notas en el circuito literario y en las personas que lo conforman, y el hecho de que ahora sean reunidas todas ellas en un mismo libro?

Algunos de los libros más importantes de la poesía contemporánea de nuestro país están reseñados en estas páginas: La obra reunida de Diana Bellessi, la de Tamara Kamenszain, la de Hugo Padeletti, la poesía completa de Olga Orozco.  Pero las obras de estas y otras gigantas conviven en el libro con las de autoras y autores cuyas obras están consolidándose y con la de otrxs que se inician o circulan por circuitos periféricos y que Paula invita a sentarse a la misma mesa.  De igual modo, presenta, y se ocupa de nombrarlas,  editoriales pequeñas o emergentes para visibilizarlas y difundirlas ante el mismo público que recibe sin resquemores a las editoriales prestigiosas o de larga trayectoria.  Y así entablan un mismo diálogo sellos tan dispares como Yunguen, Emecé, La mariposa y la iguana, Bajo la Luna, Fondo de Cultura Económica, Adriana Hidalgo, Ediciones Rescate.  Paula sabe cuándo es imprescindible nombrar, y cuándo no.  No importa si de algunas editoriales puede intuirse su transitoriedad.  Con este gesto, la autora pone de relieve la desjerarquía con que la poesía está hecha, su necesidad de ebullición, de encendido, que la mantendrá siempre vital y renovándose. 

Y es también en un movimiento desjerarquizador que Paula se funda a sí misma, con generosidad y amistad, como centro desde el cual dibuja las líneas siempre flexibles de un mapa de correspondencias.  Este gesto es extremadamente valioso en una época que privilegia la homogeneidad que impone el mercado por encima incluso de las viejas instituciones y personas en donde antes solía erigirse el poder de decidir qué debe o no leerse.  En este gesto valiente, empoderado, que no necesita prestigiarse para prestigiar, o que hace, mejor dicho, ambas cosas a la vez, pero a puro corazón, y en libertad,  Paula elige ser fiel a sí misma y unir en un bello entretejido de palabras los márgenes y el centro.

Quienes conocemos a Paula sabemos que cultiva la amistad.  Y que, además, conoce a todo el mundo.  Siempre me gusta recordar una anécdota que reinvento cada vez, pero cuidando de conservar la esencia.  En un viaje a Tandil, Paula subió a una sierra, tal vez para meditar o contemplar el paisaje, o acaso buscaba inspiración para un poema.  Paseaba en soledad, y había pájaros y árboles, y nadie a la vista.  Pero cuando bajó, llegó rodeada de gente con la que se había encontrado en el camino, amigos de toda la vida, viejos conocidos, y otros nuevos que había hecho en el trayecto.  Eran una comunidad.  La imagino riéndose y haciendo chistes ladera abajo con todos ellos a quienes sin duda regaló en algún otro momento de la vida, una tirada de Tarot. 

Así es Paula, y mucho de eso puede verse en estas páginas, en las que está impresa la huella de su paso por los ambientes literarios.  Amiguos, alumnes, colegas, a la mayoría de quienes pareciera conocer o haber conocido personalmente, conectada no solo con sus obras sino con las personas detrás de esas obras, como si no pudieran leerse unas sin las otras.  Ese rastro biográfico puebla el libro, como si Paula misma fuera una testigo de época, pero también una hacedora central, que establece su propio universo de resonancias con aquellxs a los que le presta atención, tanto en la palabra como en lo humano.  Para sí misma, y para lxs otrxs. 

En esa red de influencias o de lazos de amistad, Diana Bellessi ocupa un lugar privilegiado.   

Cito a Paula:  “Yo a mi maestra la veo regando su jardín, la veo tomar mate en el Tigre frente al arroyo, la veo haciendo los gestos sencillos y correctos delante de mis ojos, y pienso que todo lugar es el que debe ser, que no hay error en eso y que la simpleza está ahí, para ser conquistada.-  como dicen estos versos suyos: ‘Haciendo nada/ el barrido de las hojas o el acecho/ de un brote tempranero/asediado por la helada/ me siento haciendo mucho /o simplemente lo que debo/ en los días que se escapan’”.

En una de las crónicas más conmovedoras de este libro, Paula habla de la generosidad de Inés Manzano, y alumbra su trabajo silencioso y desinteresado por los poetas de las provincias.  Ésta es la voz de Irene Gruss, que a su vez, cita la autora: “Inés Manzano tuvo la idea única de hacer un ciclo de lecturas en el que se invitara a un poeta de las provincias a leer en Capital (…) Muy pocos la ayudaron. Inés invitaba, conseguía hospedaje, pagaba los viáticos y la comida.  (…) A pulmón, cada cosa, cada detalle, como el acompañar a cada unx de ellxs a Retiro hasta la hora de su partida”.

En otra nota, habla de su amiga Macky Corbalán en quien convivían, según ella, el feminismo y la poesía con igual preponderancia. En otro texto, tal vez uno de los más hermosos, relata una anécdota con Claudia Masin, su amiga de siempre:  

“Hace muchos años yo tenía un bar, Balrog. Balrog era un desquicio. Más que un bar era el sueño de un lenguaje común, y ahí nos conocimos Claudia y yo. Un día ella vino con una hoja A4 doblada, nos sentamos sobre unos cubos de madera en el sótano, la despliego (como quien despliega el futuro en un abanico instantáneo que muestra las escenas que habremos de vivir) y leyó un poema que se llamaba “La pesca”.  Los versos del final decían: “Tal vez una promesa vagamente cruel, /un anzuelo casi transparente. / Quien lo muerde/ desde abajo, desde el ansia es

conducido/ hacia arriba, hacia la pena”.

Leo en La cifra mágica lazos de amistad, pactos de amor o compañerismo con los que también Paula construye su propia poesía, sus temas e intereses: la astrología, los feminismos, el lesbianismo, el lenguaje, la forma sencilla de la poesía oriental, la vida cotidiana, las nuevas tecnologías, la naturaleza.

Dijo Clarice Lispector, nunca segura de si su deseo de escribir para el diario podía convivir con el de escribir libros: “Hemingway y Camus fueron buenos periodistas, sin menoscabo de su literatura.  Guardando las debidísimas y significativas proporciones, era esto lo que ambicionaría también para mí, si tuviera el aliento”.   

Tengo muy presente el momento en que Paula decidió dedicarse al periodismo.  Estábamos recostadas en el pasto de su jardín, mirábamos el cielo.  En un momento, me dijo: “Marian, yo quiero vivir de la escritura”.  Sobrevolaba la duda de Lispector. ¿No sería un arte menor?  Yo hoy no veo diferencias entre las formas que adquiere en Paula la escritura: sus poemas, sus prosas, sus notas.  Son modos de hablar sobre lo mismo: la belleza, la palabra, la gente, la poesía.

“¿No escribimos para sanar?”, se pregunta en alguna página de este libro.  Y ella misma ensaya una respuesta: “…el lenguaje es un arma cargada de presente, una espada que cuando es filosa a muchos y a muchas molesta, pero sin cuya insurrección ninguna cura sería real”. 

 

 

Inés Manzano (xxxx – 2016)

Poesía eras vos

El sábado 9 de abril, en el último encuentro del ciclo de poesía Literatura Viva, Inés Manzano compartió un poema suyo dedicado a Carlos Fuentealba. Poniéndose en la voz de la mujer que acompañó en vida al maestro asesinado en Neuquén, Inés recitó de memoria, como siempre, sin bajar la vista para apoyarse en la seguridad del papel, porque a ella recordar, dijo una vez, le permitía ser libre. Esos versos tristísimos, que podrían consonar con otros de la mexicana Rosario Castellanos (“¿En quién me va a matar la muerte? En los que amo”), dicen: “Yo guardaba/ las cosas que decía/ la hilera de sus pasos/ su caricia de avena/ por las dudas/ Alguna vez/ tirados en el pasto tuvimos todo el tiempo/ Ahora solo tengo/ la argamasa que cede a sus latidos”. Era un poema de amor, pero era un poema político. Era un poema sobre las consecuencias de la política en la vida amorosa, esa zona que tantxs creen privada. A la hora de recitar (tardó muchos años en animarse a hacerlo delante de otrxs), nadie podía obviar su voz suave que era sin embargo de una gran contundencia. Esa tarde lluviosa, esta porteña, autora de Si es puñal que me mate (Rosario, Papeles del Boulevard, 2011), recogió sus merecidos aplausos y luego se levantó de la mesa sin aspavientos, como si nada hubiera pasado. Y en verdad, nada habría pasado salvo el deleite de escucharla, si no fuera porque aquélla fue su última lectura pública. El domingo 17 de abril de 2016, gran parte de la comunidad poética se reunió para despedirla en una sala velatoria de Chacarita donde un féretro cerrado no ostentaba grandes coronas sino sencillos ramos y una V peronista, apasionada y desprolija, escrita en blanco sobre la madera lustrosa. A unos metros, las editoras de La Mariposa y la Iguana repartían a lxs asistentes unas plaquetas pequeñas en formato de origami con algunos de sus escritos. Esa combinación (peronismo y poemas) parece haber resumido dos de los mayores intereses de su vida. Y podría decirse que durante años, en la práctica, hizo de ambos una sola cosa al ocuparse de federalizar la poesía y popularizarla mediante la creación, junto con Cayetano Guzmán, del ciclo “Interiores” (por el que recibió debidos reconocimientos en los últimos festivales de poesía de los que participó). Sobre esta labor de hormiga escribió recientemente la poeta Irene Gruss en su blog El Mundo Incompleto: “Inés Manzano tuvo la idea única de hacer un ciclo de lecturas en el que se invitara a un poeta de las provincias a leer en Capital. Ese ciclo se llamó Interiores. Muy pocos la ayudaron. Inés invitaba, conseguía hospedaje, pagaba los viáticos y la comida. Imprimía una plaquette con material del poeta o de la poeta en cuestión, que repartía durante la lectura, y un póster ilustrado por buenísimos plásticos. Las sedes de dicho encuentro eran mínimas bibliotecas o el IMPA. Cero difusión de prensa. A pulmón, cada cosa, cada detalle, como el acompañar a cada unx de ellxs a Retiro hasta la hora de su partida”. Por todo esto no sería exagerado usar la palabra amor para hablar de lo que a Inés le pasaba con la poesía y con los y las poetas, con quienes compartía largas charlas nocturnas sin importarle si al otro día tenía que levantarse temprano para ir a trabajar (era bibliotecaria). Versos como “Hemos sido tocado/ por los dedos azules de unos versos/ que asediaban el vientre donde estábamos/ desde antes del principio// De ahí viene la cosa”, parecen decir que Inés Manzano se sentía unida a otrxs escritorxs por provenir, igual que ellxs, de una raíz mágica y azarosa. Cuentan sus amigxs y familiares que prácticamente no dormía y se olvidaba de comer, pero no de leer, no de escribir. Gran parte de sus energías vitales fueron a parar a esta pasión por la que hizo trabajos tan concretos e invisibles como el de tipear la obra inédita de Susana Thénon para que fuera incluida en los tomos de La morada imposible. Además de todo esto, Inés Manzano fue miembro de Poesía en la Escuela, de la Red Federal de Poesía, e integró la comisión organizadora del Festival Internacional de Poesía en el Centro (Centro Cultural de la Cooperación). Últimamente se dedicaba a compilar material para una antología de poetas del interior del país. Sus muestras de generosidad han sido infinitas y resulta difícil pensar que ya no circulará por los recitales de poesía sonriendo y luciendo esos vestidos largos y delicados que la hacían parecer un ser distinto, fuera de las modas y del tiempo.

 

Paula Jiménez España nació en Buenos Aires en 1969. Publicó varios libros de poesía, entre ellos La mala vida (Bajo la luna, 2007), Espacios naturales (Bajo la luna, 2009), Canciones de amor (27pulqui, 2015) Paisaje alrededor (Bajo la luna, 2015), Terrores nocturnos (El ojo del mármol, 2017) y la antología personal El corazón de los otros (Tabaquería libros, México, 2015). Su libro de cuentos Pollera pantalón (La mariposa y la iguana, 2012) lleva varias ediciones y acaba de ser publicada su novela La doble (La mariposa y la iguana). La cifra mágica (El ojo del mármol, 2018) es su primer libro de ensayos. En 2006 obtuvo el Primer Premio de poesía Tres de Febrero, en 2007 el segundo premio de Relato corto LGBT Hegoak (País Vasco), en 2008 el Primer Premio Fondo Nacional de las Artes, y en 2015 un reconocimiento del Premio Nacional (Ministerio de cultura de la Nación). Dicta talleres literarios desde 2001. Como periodista colabora con “Soy” y “Las 12”, suplementos del diario Página/12, y con la sección “Cultura” de Clarín.