Horóscopo para los muertos - Billie Collins por Inés Garland

 

Me gusta Billie Collins porque es muy simple y muy profundo a la vez. No hay nada solemne en su poesía, no es un poeta que dice “héme aquí, aquí estoy yo por delante de lo que miro”. La suya es una poesía que se lee muy fácil y, sin embargo, con cada lectura se puede ahondar en algo mucho más vasto, y todos los niveles de lectura se disfrutan. Me gusta su sentido del humor, es un humor amable. Lo que escribe es leve, con la belleza de la levedad, aunque sus temas no sean leves. Él consigue que hasta la muerte tenga el peso de una burbuja que brilla al sol. Va de lo íntimo a lo universal casi sin que nos demos cuenta, y hace que me reconozca parte de una tribu inmensa, frágil y un poco tonta, con la tontera de distraerse de su fugacidad. Leerlo me deja una sonrisa, una sutil melancolía, y un sentimiento de amor a mi condición humana que le agradezco profundamente.

Inés Garland

 

 

 

 

Tú, lector

Me pregunto cómo te vas a sentir

cuando descubras

que esto lo escribí yo y no tú,

 

que fui yo quien se levantó temprano

se sentó en la cocina

y mencionó con una lapicera

 

las ventanas empapadas de lluvia,

el empapelado de hojas de hiedra,

y el pez dorado girando en su pecera.

 

Está bien, puedes apartar la mirada

morderte el labio y arrancar la página,

pero, bueno, era solo una cuestión de tiempo

 

hasta que uno de nosotros

notara las velas apagadas

y el reloj zumbando en la pared.

 

Además, no pasó nada esa mañana—

una canción en la radio,

un auto que pasó silbando por la ruta—

 

y yo estaba simplemente pensando

en el salero y el pimentero

que estaban lado a lado en el individual.

 

Me preguntaba si se habrían hecho amigos

después de tantos años

o si seguirían siendo desconocidos el uno para el otro

 

como tú y yo

que logramos ser conocidos y desconocidos

al mismo tiempo,

 

yo en esta mesa con el bol de peras,

tú apoyado en el dintel de una puerta en alguna parte

cerca de unas hortensias azules, leyendo esto.

 

 

 

Huso horario del Este

 

La poesía les habla a todas las personas, se dice

pero aquí me gustaría dirigirme

sólo a aquellos en mi huso horario,

esta tajada apropiada de longitud

que corre de polo a polo nevado

hacia abajo del globo a través de Montreal a Bogotá.

 

Oh, compañeros habitantes de esta banda singular,

que están levantándose en sus camas esta mañana ─

con el sol que entra por las ventanas

y proyecta una sombra en el reloj de sol ─

consideren a aquellos en las otras zonas que no pueden escuchar estas palabras.

 

No se están poniendo la bata como nosotros,

ni siguen el aroma oportuno a café.

 

Más bien, están ya trabajando,

apoyados en fotocopiadoras,

clavando clavos al marco de una casa de madera.

 

No están tomando una vitamina como nosotros;

más bien están fumando bajo la luna,

hasta saltando en una pista de baile,

o simplemente deslizándose bajo las sábanas,

apagando la luz del velador.

 

Pero nosotros no somos como estos otros,

porque en este preciso momento en la faz de la tierra,

estamos bajo una ducha caliente,

o comemos nuestros desayunos, considerado por las personas de todas las zonas

como la comida más importante del día.

 

Más tarde, cuando sea la hora apropiada,

quizás nos sentemos con el jefe,

lavemos el auto, o nos demoremos frente a una mesa iluminada con velas,

pero ahora es la hora de servir el jugo

y dar vuelta los huevos sin dejar de mirar de reojo la tostadora.

 

Así que cortemos la banana en rodajas y desenrosquemos la tapa del dulce,

brindemos con nuestras cucharas llenas de leche,

y dejemos que otros arríen una bandera

o den vueltas absurdas en la silla del peluquero ─

esos antípodas excéntricos, siempre antes o después.

Alabemos a Sir Stanford Fleming,

el genio canadiense que primero marcó

con estas líneas el largo de la Tierra que gira.



Avancemos juntos por el resto del día

pasemos al unísono de la luz a la sombra,

deslicémonos sobre la cresta del mediodía

hacia el valle de la tarde

y después, tomémonos de las manos, para resbalar hacia el valle más profundo

                                                                                                 de la noche.

 

 

 

 

Sin aire

 

A algunos les gustan las montañas, a algunos el mar,

dice Jean Paul Belmondo

a cámara en la primera escena.

 

A algunos les gusta dormir boca arriba,

a otros boca abajo,

estoy pensando aquí en la cama,

 

algunos toman la forma de silueta de las víctimas de asesinato

aplastados de espaldas toda la noche,

otros flotan boca abajo en las aguas oscuras.

 

Y después están aquellos que como yo

prefieren dormir de costado,

las rodillas contra el pecho,

 

la cabeza descansando sobre un brazo doblado

y un puño suave tocando la pera,

que es la razón por la cual me gustaría que me enterraran,

 

encogido así en el cajón

con un par limpio de pijamas de algodón,

una almohada de plumas debajo de la pesada cabeza.

 

Después de una vida de atenta

y nerviosa vigilancia,

voy a estar más que listo para dormir,

así que no se preocupen por el traje oscuro,

la corbata ridícula

y las manos pálidas y sin vida cruzadas sobre el pecho.

 

Bájenme en mi sueño,

arropado por mí mismo

como el feto más viejo del mundo,

 

y mientras las vacas miran el cementerio

por encima del muro de piedra, déjenme descansar ahí

en mi pequeña habitación de tierra,

 

mis pestañas con puntillas de hielo,

las raíces de los árboles cada vez más cerca,

y ningún sueño que venga a asustarme nunca más.

 

 

 

 

Los despojados

 

Me gustó escucharte hoy al almuerzo

mientras hablabas de los muertos,

los afortunados muertos los llamaste,

y los pensaste libres del alquiler y de los muebles,

 

sin necesidad de picaportes, de palas para la nieve,

o de ventanas y un campo más allá,

sin boletos de tren en un bolsillo,

sin trenes, sin boletos, sin bolsillos.

 

No más abejas persiguiéndolos por el jardín,

no más perseguir sombreros hasta la esquina,

ni luna iluminada sobre el resplandor del agua,

ni la fresca sensación de tocar un pecho por debajo de la bata abierta.

 

Más bien una zona vacía que el alma atraviesa,

un lugar vaporoso

al final de un túnel oscuro,

una región de silencio excepto por

 

el batir ocasional de alas—

y, quería agregar yo

mientras el sol encandilaba tu copa de vino levantada,

el llanto de los recién llegados.

 

 

 

 

El problema con la poesía

 

El problema con la poesía, me di cuenta

Mientras caminaba por la playa una noche—

la arena fría de Florida bajo mis pies desnudos

un festival de estrellas en el cielo—

 

el problema con la poesía es

que alienta la escritura de  más poesía,

más olominas poblando la pecera,

más bebés conejos

saliendo a los saltos de sus madres al pasto húmedo.

 

¿Y cómo va a terminar?

A menos que llegue el día

en que finalmente hayamos comparado todas las cosas del mundo

con todas las demás cosas del mundo

 

y no quede nada para hacer

más que cerrar nuestros cuadernos

y sentarnos con las manos juntas sobre nuestro escritorio.

 

La poesía me llena de regocijo

y me hace volar como una pluma en el viento.

La poesía me llena de pena

y me hundo como una cadena arrojada desde un puente.

 

Pero sobre todo la poesía me llena

de urgencia de escribir poesía

de sentarme en la oscuridad a esperar a que una pequeña llama

aparezca en la punta de mi lápiz.

 

Y junto con eso, el anhelo de robar,

de asaltar los poemas de otros

con una linterna y un pasamontañas.

 

Qué banda de ladrones afligidos que somos,

punguistas, rateros,

me dije

mientras una ola fría se arremolinaba a mis pies

y el faro movía su megáfono sobre el mar,

que es una imagen que robé directamente

de Lawrence Ferlinghetti—

si he de ser honesto por un instante —

 

El poeta ciclista de San Francisco

cuyo pequeño libro parque de diversiones

llevé en el bolsillo de mi uniforme

de un lado a otro de los salones traicioneros de mi colegio secundario.

 

 

Olvido

 

El nombre del autor es lo primero en irse

lo siguen obedientemente el título, la trama,

la desgarradora conclusión, la novela entera

que se convierte de repente en una que nunca leíste,

que nunca oíste nombrar,

 

como si, una a una, las memorias que solías albergar

decidieran retirarse al hemisferio sur de tu mente,

a un pequeño pueblo de pescadores donde no hay teléfonos.

 

Hace mucho te despediste con un beso de los nombres de las nueve Musas

Y miraste como la ecuación de segundo grado hacía la valija,

Y ahora mismo mientras memorizas el orden de los planetas,

 

algo más se está escabullendo, una flor nacional tal vez,

la dirección de un tío, la capital de Paraguay.

 

Lo que sea que estas luchando por recordar,

no está suspendido en la punta de la lengua

ni siquiera está acechando en algún rincón oscuro de tu bazo.

 

Se fue a la deriva por el oscuro río mitológico

cuyo nombre empieza con L si mal no recuerdas,

ligado a tu propio camino hacia el olvido donde te unirás a

los que se han olvidado hasta de nadar o andar en bicicleta.

 

Con razón te levantas en la mitad de la noche

para buscar la fecha de una famosa batalla en un libro de guerra.

Con razón  la luna en la ventana parece haberse desprendido

de un poema de amor que solías saber de memoria.

 

 

 

 

Letanía

 

Tú eres el pan y el cuchillo,

La copa de cristal y el vino.

Jacques Crickillon

 

Tú eres el pan y el cuchillo,

la copa de cristal y el vino.

Eres el rocío en el césped de la mañana

y la rueda ardiente del sol.

Eres el blanco delantal del panadero

y los pájaros del pantano que levantan vuelo.

 

Sin embargo, no eres el viento en la huerta,

las ciruelas en la mesada

o la casa de naipes.

Y ciertamente no eres el aire perfumado de pinos.

De ninguna manera eres el aire perfumado de pinos.

 

Es posible que seas el pez debajo del puente,

y quizás la paloma en la cabeza del general,

pero no estás ni cerca de ser

un campo de flores azules al atardecer.

 

 

Y una mirada rápida en el espejo mostrará

que no eres ni las botas en el rincón

ni el bote durmiendo en su cobertizo.

 

Te podría interesar saber,

hablando de la rica imaginería del mundo,

que yo soy el sonido de la lluvia en el tejado.

 

Sucede que también soy la estrella fugaz,

el diario de la tarde volando por el callejón,

y la canasta de castañas en la mesa de la cocina.

 

También soy la luna entre los árboles,

y la taza de té de la mujer ciega.

Pero no te preocupes, no soy el pan y el cuchillo.

Sigues siendo tú el pan y el cuchillo.

Siempre serás el pan y el cuchillo,

por no mencionar  la copa de cristal y –de alguna manera— el vino.

 

 

 

 

Devolución

 

La mujer que me escribió desde Phoenix

después de mi lectura

 

para decirme que todavía estaban hablando de eso

 

acaba de escribirme otra vez

para decirme que ya no.

 

 

 

 

Resaca

 

Si en esta mañana me coronaran emperador,

cada niño que está jugando a Marco Polo

en la piscina de este motel,

gritando el nombre de Marco Polo aquí y allá

 

Marco       Polo         Marco           Polo

 

tendría como  lectura obligatoria una biografía

de Marco Polo—una larga con letra muy chiquita—

junto con la historia de China y de Venecia,

el lugar de nacimiento del venerado explorador

 

Marco       Polo         Marco          Polo

 

Después de lo cual cada niño sería interrogado

por mí y ejecutado por ahogamiento

sin importar cuánto haya logrado

retener sobre la vida y obra del glorioso

 

Marco       Polo       Marco            Polo

 

 

 

 

Horóscopo para los muertos

 

Cada mañana desde que desapareciste para siempre

Leo sobre ti en el periódico

Junto con los resultados del boxeo, el pronóstico, y todas las malas noticias.

 

Algunos días me recuerdan que hoy

no va a ser un momento salvajemente romántico para ti,

ni vas a tener nuevos desafíos en tu carrera,

ni tendrás que comportarte con seriedad en tu oficina.

 

Otro día, me entero de que no deberías perderte

una oportunidad de viajar y hacer amigos nuevos

aunque nunca te importó mucho nada de eso.

 

No puedo imaginarte nunca más enfrentando un problema nuevo

con una actitud positiva, pero definitivamente no vas a

hacer eso, ni nada parecido, en este día de semana en marzo.

Y lo mismo digo con respecto a la diversión

que puedas haber encontrado en actividades grupales,

una probabilidad atribuida a todos los de tu signo.

 

Un aumento dramático en tus ingresos puede ser una razón

para darte los gustos, pero eso se aplicaría

más a todos los piscianos que todavía están vivos,

Que todavía nadan de aquí para allá en el río de la vida

o están detenidos en un pozón a la sombra de un árbol de la orilla.

 

Pero va a aliviarte saber

que ya no necesitas reflexionar cuidadosamente antes de actuar,

ni tienes que pensar un poco más en los demás,

y nunca más postergarás el trabajo creativo

           por las responsabilidades de negocios que nunca tuviste en realidad.

 

Y no te preocupes ni hoy ni ningún otro día

por los problemas que te causa tu imposibilidad

de interactuar racionalmente con tus muchos socios.

No más metas para ti, no más romances,

no más dinero ni hijos, ni trabajos ni tareas importantes,

pero hay que decir que tampoco estuviste abrumado por esas cosas.

 

Así que deja que ahora me ocupe yo

de planear cuidadosamente el éxito y la riqueza,

de valorar a mis seres queridos y cercanos,

y de aceptar cualquier estímulo intelectual que se me brinde

aunque eso suene a un poco mucho para un martes.

 

Estoy mejor si cierro el periódico,

Me pongo la ropa que usé ayer

(cuando leí que tus perspectivas económicas mejoraban)

y después monto mi bicicleta color cobre

y pedaleo por el camino de la costa de la bahía.

 

Y tú quédate tal como estás,

acostado en tu precioso traje azul,

tus manos cruzadas sobre el pecho

como las alas de un pájaro que ha volado

en su migración extraña no hacia el norte ni hacia el sur

sino hacia arriba desde la tierra

hasta atravesar el círculo inmenso del zodíaco.

 

 

Inés Garland escribe cuentos y novelas para chicos y grandes. Muchos de
sus relatos forman parte de antologías en distintos países del mundo. Sus
novelas han sido traducidas a varios idiomas y han recibido premios
felices. Coordina talleres de narrativa en Argentina y Chile. Tradujo una
antología de poemas de Sharon Olds “La materia de este mundo” y “Ni
quiero ni puedo”, de Lydia Davis.Acaba de terminar la traducción de “La
habitación sin barrer”, de Sharon Olds en una beca de la residencia Looren.